Los mejores biógrafos y estudiosos de Hitler y del Tercer Reich han solido pasar de largo en uno de los aspectos más relevantes de la figura de quien es, sin duda, el peor asesino de la historia de la Humanidad, es decir sus ideas acerca del desarrollo y fomento de la cultura. Ese desdén de un aspecto tan decisivo para entender en profundidad cuál fue, entre otras, la tortuosa esencia del mayor de los horrores ha sido enfrentado por un gran investigador como lo es el historiador de la cultura y diplomático norteamericano Frederic Spotts. Spotts se centra en el Hitler que además de convertir el asesinato masivo en la esencia de su política imperialista y racista, fue un hombre obsesionado por el arte moderno en nombre de una vasta contrarrevolución en el mundo de la música, la arquitectura y las artes plásticas. Es ese el dictador que protagoniza el gran libro de Spotts, Hitler y el poder de la estética. El aserto del gran Walter Benjamin, centrado en la relación entre cultura y barbarie es, en cierto modo, el leitmotiv de esta obra excepcional.